viernes, 1 de junio de 2007

Prólogo

20 de Eleasias, Año de la Magia Salvaje (1372 DR), 10:30pm.
Algún lugar de la ladera occidental de los Picos de las Tormentas.

Un leve temblor, de pocos minutos de duración, sacudió la ladera, haciendo volar a los pájaros y
ahuyentando a los animales (y a uno que otro monstruo también). Varios minutos después, una
hombre salió arrastrándose de una de las muchas cuevas que hay en la zona, tendiéndose en el suelo y respirando pausadamente en un intento de recobrar el aliento. Esa noche en particular no tenía luna, por lo que era difícil distinguir las facciones del hombre.
- “Ah, muchacho. En verdad eres lento. Estaba a punto de irme.” - Dijo una voz.
Ligeramente sorprendido, el hombre se incorporó y encaró a su interlocutor, un hombre sentado en una piedra al lado de la entrada de la cueva.
- “Pues a mí me sorprende el hecho de que hayas estado esperando.”
- “¡Ja, ja, ja! ¡Qué poca fe me tienes! Si hasta me tenías preocupado.” - Dijo el otro con expresión
de inocencia.
- “Por supuesto. Qué considerado de tu parte.” - Dijo el primer hombre, frunciendo el ceño.
- “Bueno, bueno. Ya sabes cómo soy yo, ¿no? Después de todos estos años.” - Dijo el otro y, con
una mirada de preocupación, añadió - “¿Cómo les fue a los muchachos?”
- “Bastante bien, considerando lo que les hiciste. No creo que quieran volverte a ver, a no ser que sea para desquitarse.” - Dijo el primero, ya más calmado.
- “Ah, bueno, gajes del oficio.” - Respondió el otro, con una sonrisa. Siempre esa desconcertante
sonrisa, pensó el primero.
El segundo hombre continuó hablando. - “Pero ya tenemos uno de los artefactos. Pronto, muy
pronto, tendremos los demás. Y, créeme, lo quieran o no, ellos tendrán que ayudarnos. ¿No es
hermoso?”
- “Supongo que sí, en esa retorcida mente tuya.”
- “Gracias, gracias. Bueno, el tiempo apremia. Es hora de irnos.”
Sin responder, el primer hombre se levantó y se sacudió el polvo de su vestimenta, sin mirar a su interlocutor. El segundo hombre sonrió, y murmuró las arcanas palabras de un poderoso hechizo.
Ambos hombres desaparecieron rodeados por un humo rojizo.
Ladera abajo, un maltrecho grupo de aventureros se encaminaba de regreso al pueblo de Pico del Águila, refugio de caravanas y viajeros en las casi desoladas tierras al oeste del Reino de Cormyr.

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